“El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que nuestra meta sea demasiado alta y no la alcancemos, sino que sea demasiado baja y la consigamos.” -Miguelángel
Nuevos procesos. Nuevos productos. Oportunidades.
Cambios. Ideas. Innovación. ¿Qué palabra asociamos primeramente con estos
temas? Riesgo. Nuestra amígdala, esa pequeña parte de nuestro cuerpo que nos inyecta
miedo, entra en acción. Mejor permanecer igual. Mejor no cambiar nada si todo
va bien. Pero lo más seguro es que no
asociemos esa misma palabra con otras como rutina, complacencia y seguridad. De
hecho, podemos decir que nuestra mente, como la de muchos gerentes y dueños de
empresas, está acostumbrada a analizar y ponderar los riesgos que una nueva idea
puede traer. Lo que muchos no hacemos, es pesar los riesgos de permanecer
estático: “Nuestros márgenes son bastante buenos”, “Nuestros productos se están
vendiendo muy bien, para qué cambiar algo”, “No hay necesidad de entrar a un nuevo mercado y tomar un riesgo innecesario”. Estas son frases
que se pueden escuchar en muchos lugares, incluso en grandes empresas establecidas.
Inercia organizacional. Lo que llega a detener muchas empresas no es lo que
hacen, sino lo que dejan de hacer. Las oportunidades que dejan ir, a cambio de
la seguridad que aman. Algunos libros destacan dos tipos de riesgos: el primero
es intentar algo nuevo y fallar, cuando hunden el barco.
El segundo es cuando
una empresa deja ir una oportunidad, cuando dejan ir el barco. Mientras que la
mayoría se propone intencionalmente preocuparse por no hundir su barco y actuar
cautelosamente, estando satisfechos con lo que tienen (buenas ventas, una gran
parte del mercado, un gran producto)
pueden en realidad estar matando lentamente su empresa.
Sin embargo, las nuevas ideas son fáciles de digerir para pocos. La intención de este blog no es reducir o minimizar los riesgos de apostar por nuevas ideas, estrategias, personas, mercados. La intención es de ponerte a pensar y a dar más valor a las nuevas ideas que al miedo a fallar. Al final, los costos de sentir seguridad y la aversión al cambio pueden alcanzar los costos de tomar riesgos. Los costos de evitar el fracaso se acumulan y pueden ser mayores que los costos de ir tras el éxito.
Los riesgos existen en cada vuelta de
hoja. Pero lo que hay que recordar es que, sin duda, intentar algo nuevo puede ser riesgoso. Pero
no intentar nada puede ser peor.
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